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das Mystische 2.1

El amigo americano

El amigo americano Jasper Johns, Three Flags.

Cuando en 1954, Jasper Johns pintó Bandera los cimientos del arte más avanzado de su época saltaron en pedazos. La Bandera de Jasper era la pintura de una bandera norteamericana que en realidad era una bandera norteamericana. Johns aplicó una estudiada ambigüedad representación/realidad a objetos bidimensionales como letras, mapas, logotipos, blancos, etc. La bandera norteamericana (como escribiría más tarde Arthur Danto) es parte de la conciencia común de la humanidad, un emblema reconocido en todas partes, como el signo del dólar, en el sentido de que nadie tiene que preguntar qué es o qué significa; pero Jasper Johns engañaba al intelecto, incapaz en este caso de distinguir con eficacia entre representación y realidad. La Bandera de Johns era sin duda una verdadera obra de arte, aunque mi preferida, años más tarde, se multiplicaría por tres en capas superpuestas, evidenciando con ello las posibilidades del engaño.

(Todo comenzó hace muchos años, muchísimos años, cuando los poemas soportaban en sí mismos el peso de la historia y la inocencia se servía gratuita; mi palabra, entonces, buscaba palabras como una actividad natural y adolescente, como una promesa o una venganza. A esta sensación, para entendernos, la llamaremos el principio, el comienzo; pero este principio, si queremos que parezca verdadero, o al menos verosímil, necesita de una fotografía y de las líneas que explicaron, en su momento, dicha fotografía, de la imagen y de la imagen viva de dicha imagen; ambas tan verdaderas a fin de cuentas como la experiencia que hizo posible el comienzo, ambas tan verosímiles que el poeta, cuando tuvo conciencia de ello, dejó la imagen suspendida y quedó en silencio. Debajo de las multiplicaciones –decía el poeta al pie de la fotografía- hay una gota de sangre de pato; debajo de las divisiones hay una gota de sangre de marinero; debajo de las sumas, un río de sangre tierna. Con estos antecedentes (con la voz de Federico quemando en los papeles) no es de extrañar que me suspendieran las matemáticas por tiempo indefinido; la Bolsa de Nueva York se convirtió, por obra y gracia de un espíritu poético, en el templo de los mercaderes asesinos, en el tren de una bruja maligna. A partir de ese momento las operaciones especulativas no lograron llamar mi atención, más bien al contrario. La casa del terror quedaba cuanto menos definida. America se forjó en las calles, pero aún faltaban muchas tardes de cine para tener noticia de ello.)

El 22 de noviembre de 1963, Abraham Zapruder filmó, con ayuda de una cámara doméstica, una imagen de la realidad que bien podía pasar por una representación que trataba de engañar al intelecto. El 22 de noviembre de 1963, tras frotarnos los ojos con fuerza, llegamos a la conclusión de que se acabó para siempre aquello de ver para creer. Rodrigo Fresán dixit:

Zapruder nos hizo conscientes que lo que vemos no es todo lo que hay para ver, y que detrás de toda trama existe siempre una variación escondida, un eco secreto, la idea de que aquello que suponemos es un final no es otra cosa que un principio.

(A la razón poética le sucedió, sin embargo, una especie de razón autoestopista que venía a hurgar en mis contradicciones más íntimas y que no hacía sino confirmar mis temores más odiados: mientras algunos de mis mejores amigos reclamaban el derecho de vivir en paz, jugándose la vida, yo me dedicaba a imitar a Jack Kerouac (y luego a Jim Morrison) y comenzaba una huída hacia adelante sin aparente justificación, vacía sin más, verdaderamente podrida. La Ruta 66 iba y venía de Madrid a Salamanca, de Córdoba a Granada; y, a pesar de esta evidencia, yo me imaginaba recorriendo el paraíso. Woodstock quedaba tan lejos que parecía ridículo drogarse en nombre de una virginidad mancillada. Al atardecer, aparecía desnudo en piscinas de cemento y era incapaz de articular unas frases con sentido. Menos mal que, unos años después, cuando ya no esperaba nada (los tanques habían tomado Praga y una bala de alcohol me había perforado el hígado), comencé el estudio de los totalitarismos de la modernidad (sí, dicho así suena de una gravedad absoluta, pero en algo tenía que emplear mi tiempo): la técnica, las dictaduras tecno-financieras, Napoleón III, Hitler, Stalin, los tiranos populares, etc. Sólo atando cabos (y leyendo a los mejores filósofos) pude comprender al fin que (como escribía Azúa en aquel mismo momento) el amigo americano había puesto en marcha un modelo más eficaz de control y vigilancia que todos aquellos objeto de mi estudio, capaz de actuar sobre enormes masas sin necesidad de recurrir a simbologías groseras como la del autócrata patriarcal. La cultura popular era el alimento perfecto para una masa perfecta que abundaba en el perfeccionamiento de las sociedades avanzadas; es decir, el rock and roll había hecho de mí un auténtico idiota. Aunque, bien mirado, tampoco era cuestión de preocuparse demasiado. A fin de cuentas, yo podía ser un dios, pero sólo Warhol podía ser mi profeta.)

El 22 de noviembre de 1963, en una primera capa de la realidad, John Fitzgerald Kennedy caía bajo el fuego asesino de Lee Harvey Oswald, aunque nunca pudo demostrarse que en realidad se tratase de Lee Harvey Oswald, ni que el fuego asesino partiese de Lee Harvey Oswald. Cuarenta y ocho horas más tarde, en la segunda capa de la realidad, Jack Ruby asesinaba a su vez a Oswald, también ante las cámaras de la televisión; y en una tercera capa todos quedábamos en penumbra, blancos y negros, grandes y pequeños, sumidos en el juego entretenido de las infinitas cábalas. La bandera norteamericana de Jasper era en realidad una bandera norteamericana, eso ya lo sabíamos; pero lo que ya no quedaba tan claro era lo que en verdad se escondía detrás de esa bandera.

(Es decir: la realidad, mientras tanto, también aspiraba al engaño y a la multiplicación delirante de capas superpuestas.)

Walt Whitman escribió que los estadounidenses de todas las naciones y de cualquier época sobre la tierra tienen probablemente la naturaleza poética más plena; pero me temo que, ahora, el futuro humano depende mucho más de la poesía de Maquiavelo (de la poesía de Leo Strauss y sus discípulos "neocons") que de la razón poética de Whitman. El ciudadano libre de una comunidad democrática, planetaria y política, es el Golem de un grupo bien organizado que se estructura en capas y capas superpuestas.

Ahora, en el CD de mi automóvil, Bob Dylan ataca las primeras notas de Forever Young; hace tanto tiempo que me dijo aquello de "la respuesta está en el viento" que casi he olvidado la pregunta. Si miro hacia el oeste, al atardecer, y el sol me ciega, la carretera de Extremadura se transforma de nuevo en la Ruta 66. El amigo americano, como siempre, canta con esa voz nasal que ahuyenta a los insectos; canta canciones del pasado que carecen de sentido en el presente: canta para los muertos. Porque las canciones del pasado ya no sirven a aquellos que las hicieron posibles; no las necesitan, ya no pertenecen al amigo americano. Y en el futuro, como bien saben los expertos, en ese parque temático que se antoja extraordinario, no serán necesarias las canciones.

4 comentarios

Tonno -

JORGE ROARO:
PARTE I: DANTO Y SU VISIÓN DEL ARTE
ARTHUR COLEMAN DANTO (1924-2013) fue indudablemente uno de los más influyentes pensadores dedicados en el último medio siglo a reflexionar sobre la naturaleza del arte y el papel que éste juega en nuestro mundo hoy en día; desafortunadamente, eso no significa que este filósofo del arte haya contribuido gran cosa a enriquecer o a ayudar a entender mejor nuestra experiencia estética ante los fenómenos artísticos, ni mucho menos que haya aportado algo concreto que permitiese enderezar un poco el camino que sigue el arte institucional contemporáneo para sacarlo de su actual decadencia y mediocridad. De hecho, me parece que fue todo lo contrario, de modo que en las siguientes páginas trataré de explicar brevemente por qué creo que la influencia filosófica de Danto ha sido francamente negativa para el desarrollo de nuestra visión del arte contemporáneo.

tonno prez -

Una crítica a la teoría de Danto:
Danto, ese sabio

http://www.margencero.com/almiar/arthur-danto/

Una exposición que no es capaz de explicar las obras realizadas durante cuarenta mil años no puede ser considerada una teoría artística, esa teoría es radicalmente falsa

Esther -

Qué sentido del humor tan agudo y cuanta ironía :-)
Me gusta mucho como combinas arte, filosofía, historia y tu personaje.
La referencia a Kerouac y la ruta 66 recrean un personaje autodestructivo que me recuerda mucho a como era hace años y la experimentación del loco con ese sentimiento sobrehumano tan típico de la juventud. ..aunque yo no llegué a encontrarme nunca desnuda en una piscina de cemento ;-)

Aunque lo que más me llamó la atención fue lo de las capas de realidad y las realidades que se reflejan y se amplifican.
Curiosamente hablaba hoy mismo sobre la fragmentación de la realidad... hoy mismo escribí esto sin haber leido tu artículo sobre un cuadro, Ciclo de vida
y otra cosa Jasper Johns es una gran inspiración para mí en el uso de la encáustica.

itn -

Si su nuevo enemigo se escuda en su libro sagrado, el pueblo americano se refugia en el suyo, falta poco para tener un amigo americano telepredicador. Resurgirán los Rafaeles o los Dureros y el arte estará en cristos y ángeles envueltos en las banderas de Johns con la cara de San Rolando Reagan